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Los pibes cartoneros

Los pibes cartoneros

Sentado en la esquina entre avenida de Córdoba y Billingburst, un pibe de no más de 5 años esta revolviendo en la basura. Está sucio. Nadie pasa demasiado cerca de el. El pibe no levanta la vista de la vereda para mirar a nadie. Hará tiempo que perdió eso que se llama mirar a los ojos. Se llama Daniel (así le grito un chico desde la otra vereda), pero se podría llamar Tomas o Claudia o Isabel. Cada tarde, tipo las seis, sus padres lo meten arriba del remolque de la camioneta que los va a llevar des de alguna de las villas, auténticos campamentos de los desheredados del Gran Buenos Aires, hasta alguna esquina de la Capital Federal. Del basural al corazón del imperio albiceleste. De la podredumbre al centro de poder. Le podrían mandar al centro para que mendigue. Para que la gente, al verlo, sienta lastima y suelte prenda. Así funcionan estos asuntos. Compasión, caridad, lastima, tristeza y a seguir andando. Pero a Daniel le toca recoger cartón, vidrio y algún otro deshecho por el cual le den algunos pesos. Imagino a Daniel al principio divirtiéndose, sin saber muy bien lo que hacia para a medida que pasaban los días ir perdiendo esa sonrisa de niño que aun debería tener. En pleno siglo XXI hay cosas que no han cambiado. Vivir de la basura. Vivir de la basura. A la tercera vez que lo dices pierde fuerza, a la tercera vez que lo ves pierde novedad. Y así andan todos, entre acostumbrados e indignados. Llenáis vacíos.

Y es que tendrías que estar en la escuela pero vives de la basura. De una basura que ni siquiera es tuya. Al atardecer, cuando la mayoría de los chicos de tu edad están jugando con sus padres o están frente a una pantalla, tu sales a recorrer las calles. De pie, en un remolque hecho de cuatro maderas y cuatro hierros, arrastrado por un camión de la prehistoria, junto a otros chicos de tu edad y junto a otros no tan chicos, te llevan de las villas al centro de la ciudad. Si tienes un poco de suerte y tu villa está al lado de los raíles te podrás subir al tren blanco, el tren cartonero, y el del camión no se quedará con un 20% de lo recogido. Junto con dos pibes más te dejan en una esquina. Armado con un carro y una bolsa enorme, con tus manos infantiles pero con las durezas de las manos de un mayor, empiezas a recoger cartón, vidrio, tetra-briks, cualquier cosa por la cual te den unos pesos. Uno tras otro, hasta llenar el saco. Día tras día. En unas horas vuelves a la esquina donde te dejaron. De a poquito, van llegando tus compañeros de trabajo. Tu, que no tendrías que tener más que compañeros de juegos y de escuela. Pero te irás a dormir entrada la madrugada y te levantarás pronto para ir a la escuela. Saliste de la sombra y a la sombra vuelves. Te llaman cartonero. Te llaman cartonera.

2 comentarios

Julio -

En el siglo XXI, era de las comunicaciones supersónicas,la información en tiempo real,el descubrimiento de la estructura del genoma humano,la exploración del espacio, en el "primer mundo" (cuántos mas hay?) pergeñado por Menem, los niños juntan basura para alimentarse, y la iglesia "reza" por ellos...

Maga -

Uf... piel de gallina otra vez. Porque me recuerda a mi ciudad, si, mi ciudad. con todos los pro y los millones de contras. Y porque este tema me sensibiliza. yo vivi el cambio. De un día para otro las calles de noche vacías, se empezaron a llenar de cartoneros. Iban por la calle inventandose un carril que no existía. Recogiendo lo que sea. En unas especie de carretillas. Y daba pena. Ver que tu ciudad se transforma en eso. Ver que hay que gente que ve eso como una esperanza, como la única posibilidad de sobrevivir. Sobrevivir y no vivir.